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jueves, 23 de enero de 2014

Francisco de Goya inspiración para un nuevo mural en el Bogside (Derry)

Un nuevo mural se ha inaugurado en el Bogside, como parte de los actos conmemorativos de este año para conmemorar el 42 aniversario del Domingo Sangriento.

El mural, en Glenfada Park, se basa en la obra del artista Robert Ballagh de 'El tres de mayo - Después de Goya, 1970'.

Robert Ballagh presentó el nuevo mural , que ha sido producido por artistas y voluntarios locales.

Un portavoz del Bloody Sunday March Committee dijo :"Estabamos encantados cuando Robert Ballagh acordó dar permiso al Comité de adaptar su obra de 1970 para los eventos de este año en torno a la campaña en curso por la justicia".


"La obra de arte en la que se basa el nuevo mural está haciendo referencia directa a la pintura contra la guerra de Francisco de Goya 'El tres de mayo de 1808 en Madrid ' ".

"Goya quiso conmemorar la masacre sangrienta en Madrid por las tropas francesas en 1808 durante la resistencia española a los ejércitos de Napoleón durante la Guerra de la Independencia".

"Usó la obra de Goya en busca de inspiración, Robert creó su obra como una respuesta a la redistribución de las tropas británicas en las calles de Derry y Belfast en 1970."

El portavoz agregó: "El comité desea agradecer a los residentes locales su apoyo al proyecto y alentaría a tantas personas como sea posible a llegar a la puesta en marcha o, de hecho, a visitar Glenfada Park para ver la obra de arte en las semanas antes de la marcha del Domingo Sangriento que tendrá lugar el domingo 2 de febrero a las 14:30 (hora local)".

También habló Eamonn McCann, del Bloody Sunday March Committee.



Desde 'El norte de Irlanda' como no podía ser de otra manera os recomendamos visitar el mural en Glenfada Park, Derry, Bogside, donde podréis apreciar mejor los detalles de las murallas del fondo (y desde luego ver todos los murales y monumentos de la zona) y por supuesto os recomendamos visitar la obra original de Goya de Los fusilamientos del tres de Mayo que se encuentra en el madrileño Museo del Prado.

Para l@s interesad@s en la obra original, de la mano de Biografías y Vídas, os doy algunos detalles de la obra original:

Los fusilamientos del 3 de Mayo
1814
Lienzo. 2,66 x 3,45
Museo del Prado, Madrid.

El lienzo Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pío de Madrid es uno de los más altos logros de la pintura española y, probablemente, uno de los hitos también de la pintura universal. Sin duda, además de sus excelencias artísticas, puede ser considerado uno de los cuadros de temática histórica más dramáticos de toda la historia del arte.

La intensa pasión que inspira la composición consiguió que este lienzo de Goya fuese más que un recordatorio de un hecho concreto, y mucho más también que una simple arenga o un manifiesto fruto del fervor patriótico del autor. El pintor, llevado por la intensidad dramática de los hechos que narra, supo expresar en toda su violencia, aunque con sobriedad y eficacia extremas, la crueldad inexorable del hombre para el hombre y a la vez su exasperado y rebelde deseo de libertad.

Pero el acierto de la obra no radica sólo en su significación, sino también en su extraordinario sentido de la anticipación. En ella, Goya supo destilar lo más personal de su técnica, que desemboca en un lenguaje plástico de fuerza desconocida hasta el momento y abre las puertas (aún a principios del siglo XIX) al expresionismo más actual.

Se sabe que Goya observó estos cruentos episodios desde su quinta y que tomó apuntes la misma noche en que acontecieron los hechos, de donde proviene el extraordinario realismo de su pintura y su profunda sinceridad. Así lo testimonió su criado Isidro, que dejó para la posteridad una curiosa narración de los hechos, a la vez emotiva y vibrante: "Desde esta misma ventana vio mi amo los fusilamientos con un catalejo en la mano derecha y un trabuco cargado con un puñado de balas en la izquierda. Si llegan a venir los franceses por aquí, mi amo y yo somos otros Daoiz y Velarde."

Isidro contó también que al acercarse la media noche Goya le ordenó que cogiese el trabuco y le siguiese: "Fuimos a la montaña del Príncipe Pío, donde aún estaban insepultos los pobres fusilados. Era noche de luna, pero como el cielo estaba lleno de negros nubarrones tan pronto hacía claro como oscuro. Los pelos se me pusieron de punta cuando vi que mi amo, con el trabuco en una mano y la cartera en la otra, me guiaba hacia los muertos (...). Luego, sentándonos en un ribazo, a cuyo pie estaban los muertos, mi amo abrió su cartera, la colocó sobre sus rodillas y esperó a que la luna atravesase un nubarrón que la ocultaba. Bajo el ribazo revoloteaba, gruñía y jadeaba algo (...), pero mi amo seguía tan tranquilo preparando su lápiz y su cartón. Al fin la luna alumbró como si fuera de día. En medio de charcos de sangre vimos una porción de cadáveres, unos boca abajo, otros boca arriba, éste en la postura del que estando arrodillado besa la tierra, aquel con la mano levantada."

La solución pictórica plasmada en este lienzo traduce un auténtico dramatismo, que parece, sin duda, captado directamente de la realidad. Contemplando la pintura resulta pues creíble la narración de Isidro, el criado. Goya presenció, probablemente, los trágicos acontecimientos que recogen sus pinceles y tomó apuntes en el mismo escenario donde tuvieron lugar los fusilamientos.

En el lienzo, los soldados encargados de la ejecución aparecen como autómatas despersonalizados, sin rostros y en perfecta y disciplinada formación. Las víctimas, por su parte, constituyen un agitado y desgarrador grupo, cuyos rostros expresan el horror. Los cuerpos de los muertos se encuentran amontonados, en retorcido escorzo, sobre el suelo ensangrentado. Un enorme farol ilumina violentamente una figura arrodillada, vestida con camisa blanca y con los brazos alzados, que está a punto de ser fusilada y que es el principal punto de atención del cuadro. Detrás de esta figura otros personajes presencian el drama; unos se tapan los oídos para no oír los disparos, otros esconden el rostro entre las manos para no presenciar el horror.

La escena tiene por fondo una montaña desolada, tras la cual se erige la silueta tenebrosa de Madrid. El grupo de los soldados, convertidos en verdugos, cumple su cometido sin saña, con la fría precisión de una inexorable máquina de matar, pero la anodina y uniforme hilera que conforman encarna con una crudeza desgarradora todo lo oscuro y cruel de la condición humana.

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